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QUAY del 19/2/98

 

La Ciudadanía al Poder

Apuntes para una revolución verdadera 

 

Por Eduardo Abenia

 

Tras la caída del Bloque del Este, se ha producido una profunda crisis en la izquierda, muchos se preguntan Â¿qué pasó, estuvimos todo el tiempo equivocados?, otros se aferran a viejos esquemas, los más pragmáticos huyen en silencio y suben a carros más prometedores, pero ¿se agotaron las ideologías? o solo está en crisis una de las tantas posibles.

Quizás las dudas sobre ciertos aspectos del Marxismo debieron surgir antes. La carga emocional que había detrás de sus valores humanistas, la solidaridad oponiéndose a la competencia, el altruismo al egoísmo, hicieron que los baches del Socialismo fueran pasados por alto sin ver que a la larga significarían el fin del supuesto paraíso. Uno se preguntaba, ¿si esos Socialismos son tan maravillosos, porqué prohibirle a su gente salir, haciendo de cada patria una cárcel?.

Recuerdo cuando en charlas de café algunos amigos sostenían que el Marxismo era una Teoría Científica. De serlo, debía tener capacidad predictiva, cómo explicar entonces que las revoluciones proletarias hubieran ocurrido en los capitalismos más atrasados, Rusia y China, y no en los más evolucionados, como Inglaterra, contrariando así las más elementales conclusiones de la Teoría. Algo no funcionaba, si las predicciones son incorrectas la Teoría debe descartase, no es científica, si se sigue sosteniendo con fe ciega, es que estamos frente a un dogma, casi una religión.

Conceptos como el de la plusvalía tampoco salían mejor parados. En situaciones donde solo hay inversión y riesgo, por ejemplo una laminadora de acero completamente automatizada en la que entran lingotes por una punta y salen rollos de chapa por la otra, sin la intervención de operarios, ?a quien le están robando el valor agregado si no hay obreros?, algo en esa ideología ya hacía agua antes de hundirse el Socialismo Real.

 

Sin embargo esta idea de robo cimentó el pernicioso concepto de lucha de clases, los obreros, sintiéndose esquilmados comenzaron a ver en el patrón un enemigo y este comenzó a pensar en los mismos términos, los trabajadores son una manga de atorrantes que quieren ganar sin trabajar. Esta lucha hizo carne en el movimiento sindical que incluso se enorgulleció de ella, cuanto más hablaba de lucha y más radical se era, tanto más subía el dirigente sindical, con un poco de viento a favor hasta a diputado podía aspirar. Quedaban tendidos en el camino los más débiles, los que si paran no pasa nada. Abundancia para los fuertes, los que si paran, paran el País, ANCAP, etc., hambre para los débiles, los jubilados por ejemplo.

Nuestros Marxistas comenzaron a ver su crisis en el vaciamiento de los comité. Se han vuelto una tercera opción dentro de los partidos tradicionales, capitalizan en votos el descontento con los otros dos, malos gobernantes desde siempre al punto de ser gobierno capitalino, pero su gente ya no participa, se cansó de perder tiempo en asambleas inútiles, donde hay que quedarse hasta la madrugada para tomar decisiones, a la postre inoperantes, dado que las dirigencias, ni bola. 

Mientras los políticos, parados en la puerta del Club, chiflan a los transeúntes indiferentes invitando a entrar en la participación popular, estos corren apresurados a su casa, a ver el último vídeo de Rambo. El nene, en lugar de hacer la revolución como Dios mandaba en los sesenta, se pasa las horas frente a la pantalla, enganchado en el último videojuego. La participación popular se queda en la letra, en las iniciales de algún grupo de despistados de boina inclinada. ?Pero debemos perder toda esperanza de participación popular?, o tendremos que cambiar radicalmente de esquema para adaptarla a los tiempos que corren, posibilitándola en términos reales y no esperando tiempos que no volverán. Se debe asumir el hecho de que hay decenas de veces mas ciudadanos explorando la red que asistentes asiduos a clubes y comités de base.

Hay quienes sostienen que la Democracia Representativa sigue siendo un camino válido, que fallan los hombres, que alcanza con unos cuantos honestos para volver a la bonanza de décadas pasadas. Pues los tiempos cambiaron, que cada cual mire solo por sus propios intereses es moneda corriente, esto conjugado al poder que da el que uno represente a muchos genera un caldo de cultivo ideal para la corrupción. La corrupción no es una consecuencia accidental del sistema es intrínseca a la Democracia Representativa, es su hija natural. Esa es la realidad de nuestro sistema político, o lo aceptamos, o nos condenamos a esperar nuevos Maracaná, con jugadores de pata de palo.

La participación popular puede y debe volver, pero para ello las dirigencias deben hacerse a un lado, ceder espacio. Esa nueva participación ya no será en asambleas multitudinarias donde nadie escucha, el tiempo es valioso, el ciudadano de hoy es un solitario, del trabajo a la casa a succionar su dosis diaria de TV con la zanahoria de chiches nuevos que comprar. No alcanza con tener dos trabajos, también los tiene la señora, que no dejó de ser ama de casa pero además trabaja sus ocho horas. No hay tiempo para perder en charla inútil, se ha vuelto una mercadería valiosa, hay que trabajar más, los más apretados para comer, los que pueden, para consumir más. Todo es poco para pagar la tarjeta de crédito siempre sedienta. No importa que se vea mal es así y hay que reconocer esa realidad si se quiere tener chance de cambiarla.

¿Quieren que la gente participe?, denle una tarjeta como las de crédito que todos usan, una cabina individual donde dar opinión y sucederá el milagro. Pero ojo, donde dar opinión que sea ley, no se trata de trampear, de quedarse con el poder y dar apariencia de participación, hay que entregar el mando realmente, la ciudadanía no se traga más cuentos. Con poder real de decidir sobre lo que a cada uno le duele es como se logrará que la gente vuelva a participar.

Dueños de su destino y de su País como hasta hoy nunca lo fueron, quizás comiencen a participar en su casa, en la fábrica. Quizás lucha pase a ser mala palabra, resabio de épocas en que todo se resolvía en verdaderas luchas, saliendo vencedor él más fuerte y no quien tiene la razón. Quizás ambos comprendan que no existe trabajo sin inversión ni rentabilidad sin trabajo, que el enemigo, el que roba el trabajo de ambos, es otro, el Estado improductivo, parlamentarios, ministros, diplomáticos, profesionales de la decisión ajena, parásitos del sistema productivo. Trasladar la soberanía directamente a la ciudadanía, utilizando las herramientas informáticas de estos tiempos, permitirá cumplir el doble objetivo de eliminar ese parasitismo y promover la participación en términos reales. 

Nuevas formas de participar, otra forma de entender las relaciones de trabajo, otro esquema de poder, ¿será que son posibles nuevas ideologías?, ¿porqué no? la DEMOCRACIA DIRECTA.

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